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Resumen
El docente puede alcanzar altos niveles de motivación en sus alumnos, conociendo muy bien el tema a tratar, enseñando no sólo con teoría sino también con ejemplos, respetando al alumnado, enseñando habilidades para resolver los problemas que surjan, incentivando la participación, trabajando en mecanismos de evaluación óptimos, teniendo entusiasmo en su labor, enseñando a través de preguntas y usando el diálogo. Desde esta perspectiva los niveles de motivación aumentan y son mucho más significativos. El estudio de la motivación tiene una rica historia y tradición a partir de la unidad dialéctica de la teoría con la práctica, lo cual desempeña un papel decisivo en la forma de penetrar en la esencia de la realidad, y orientar la investigación hacia la solución de los problemas humanos, desde la ciencia aplicada a la vida social. En el milenio recién iniciado el gran reto del proceso docente educativo es dar al hombre del siglo XXI la preparación necesaria para enfrentar y continuar el desarrollo cada vez más acelerado de la ciencia y la técnica. Cuando hay motivación los resultados del aprendizaje se incrementan; Ausubel, Novak y Hanesian (1986), demuestran que cuando los estudiantes tienen una opinión favorable sobre lo que aprenden —al apreciar su importancia y utilidad— su desempeño escolar mejora. Estos autores destacan dos principios fundamentales para promover la motivación por el aprendizaje de los conocimientos: significado y significación, es decir que los contenidos deben tener sentido semántico —en tanto pueden ser asimilados en la estructura de conocimiento del estudiante— así como pertinencia y relevancia para el estudiante de manera que le resulten interesantes.